· Entrar por la puerta estrecha ·


  • 21º semana durante el año – Ciclo C
  • Domingo 24 de agosto de 2025 – Catedral de La Plata

Este fin de Semana, con la metáfora de la puerta estrecha, Jesús nos llama a seguirlo y a hacer vida su Evangelio


Lecturas

Isaías 66, 18-21.
Salmo 116, 12.
Carta a los Hebreos 12, 5-7. 11-13.

Lectura del Santo Evangelio según Lucas

Lucas 13, 22-30.

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.

Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?». El respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos». Y él les responderá: «No sé de dónde son ustedes».

Entonces comenzarán a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas». Pero él les dirá: «No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!». Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

Palabra del Señor.

  • Ante la pregunta de si son pocos los que se salva, Jesús no responde ni con un sí ni con un no, no dice si son pocos o muchos, sino que les deja a sus discípulos un consejo que vale para nosotros también: “traten de entrar por la puerta estrecha”. La puerta estrecha termina siendo en el contexto de los evangelios, una metáfora de lo arduo que es el camino de la vida cristiana, de las exigencias que brotan de las enseñanzas de Jesús. Ser cristiano es difícil, llevar una vida coherente es difícil, perseverar en el camino de la santidad es difícil; pero el mismo Jesús que nos muestra un itinerario tan exigente y nos pone una meta tan alta, nos ayuda con su gracia para que podamos alcanzarla. ¿Intentamos vivir radicalmente el Evangelio en nuestra manera de pensar, en las cosas que decimos, en cada una de nuestras actitudes y actos? ¿Nos confiamos en la ayuda de la gracia y la procuramos permanentemente? Aunque sintamos que nos cuesta mucho ser cristianos, ¿intentamos perseverar en ese camino?

Padre Hernán Remundini

Con la intención de una lectura más variada y abundante, la Iglesia nos propone tres ciclos litúrgicos A, B y C, de tal manera los mismos textos no volverán a leerse hasta después de tres años. Los invitamos a volver a ver cada una de ellas.


Año Litúrgico 2023-2024 – Ciclo B -Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna». No dice: «¿dónde iremos?», sino «¿a quién iremos?». El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es una cuestión de fidelidad a una persona, a la cual nos adherimos para recorrer juntos un mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el «pan vivo», el alimento indispensable. Adherirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es solamente un personaje histórico? O ¿es verdaderamente esa persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo? Para ti, ¿quién es Jesús?  En silencio, que cada uno responda en su corazón.

Evangelio

San Juan 6, 51-58

Ciclo A – Jesús les toca directamente: «¿quién decís que soy yo?». A este punto, nos parece percibir algún instante de silencio, porque cada uno de los presentes es llamado a involucrarse, manifestando el motivo por el que sigue a Jesús; por esto es más que legítima una cierta vacilación. También si yo ahora os preguntara a vosotros: “¿Para ti, ¿quién es Jesús?”, habrá un poco de vacilación. Les quita la vergüenza Simón, que con ímpetu declara: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo». Esta respuesta, tan plena y luminosa, no le viene de su ímpetu, por generoso que sea  —Pedro era generoso—, sino que es fruto de una gracia particular del Padre celeste. Confesar a Jesús es una gracia del Padre. Decir que Jesús es el Hijo del Dios vivo, que es el Redentor, es una gracia que nosotros debemos pedir: “Padre, dame la gracia de confesar a Jesús”.

Evangelio

Mateo 15, 21-28

El Ciclo C basado en los textos de Lucas. Con estas palabras, Jesús deja claro que no se trata de una cuestión de número, ¡no hay «un número cerrado» en el Paraíso! Sino que se trata de cruzar el paso correcto desde ahora, y este paso correcto es para todos, pero es estrecho. Este es el problema. Jesús no quiere engañarnos diciendo: «Sí, tranquilos, la cosa es fácil, hay una hermosa carretera y en el fondo una gran puerta». No nos dice esto: nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el paso es estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse uno debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una «puerta estrecha» porque es exigente, el amor es siempre exigente, requiere compromiso, más aún, «esfuerzo», es decir, voluntad firme y perseverante de vivir según el Evangelio.

Evangelio

Lucas 12, 49-53

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